Nosotros, los asesinos by Eduardo de Guzmán

Nosotros, los asesinos by Eduardo de Guzmán

autor:Eduardo de Guzmán [Guzmán, Eduardo de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1975-12-31T16:00:00+00:00


VI

CONDENADO A MUERTE

En diciembre el panorama no cambia en absoluto, pero cada semana es menor la impresión que produce en nuestra sensibilidad y conciencia. Si nos hemos acostumbrado al hambre y a los piojos hasta el punto de no sentirlos siquiera, algo parecido nos ocurre con las sacas y las condenas. Por trágico y trascendente que juzguemos un hecho, pierde importancia a medida que se repite. Al cabo de unos meses llegamos a considerarlo enteramente normal. Acaso sea una trampa del instinto de conservación, que nos habitúa a todo para que podamos seguir viviendo.

En cualquier caso, cuando sentencian a un amigo o emprende un viaje sin retorno posible, no nos pasamos horas hablando de él, procurando animarle si vive o lamentando su final si ha dejado de existir. Sólo en ocasiones excepcionales ocupa más que unos minutos nuestra atención. Sabemos que cualquier días nos ocurrirá personalmente lo mismo, pero un mecanismo psíquico de autodefensa nos fuerza a no pensar en ello de una manera obsesiva y a hablar y discutir de cosas que, aun importándonos, distan mucho de revestir tan decisivo y vital interés.

En diciembre, el hambre, los piojos y la incomodidad general se intensifican un poco más. La primera porque cada vez resulta más difícil hallar nada masticable en el agua sucia del rancho, y nuestras familias, aun quedándose muchos días sin comer, no pueden mandarnos lo que necesitamos. Los segundos porque para combatir el frío llevamos algo más de ropa, y los parásitos tienen más sitios donde esconderse. Lo tercero porque la sala está materialmente helada por las noches y las madrugadas y porque al dormir todos con las chaquetas, pellizas o abrigos puestos, ocupamos bastante mayor espacio que los treinta y cinco centímetros que a cada uno corresponden.

Aunque las discusiones políticas no han cesado en ningún momento, disminuyen bastante durante los meses de octubre y noviembre. Hay dos razones para ello: que estamos obsesionados por las condenas y las sacas, y porque tras la ocupación y reparto de Polonia, la guerra parece totalmente aletargada. Pero poco a poco crecen luego en intensidad, y a mediados de mes las polémicas vuelven a adquirir si no superar, el volumen e intensidad que tuvieron en agosto y septiembre.

El ataque de Rusia a Finlandia iniciado el 30 de noviembre, pero del que no tenemos noticia hasta unos días después, torna a calentar los ánimos y a enconar las discusiones. Automáticamente volvemos a dividirnos en dos bandos, numéricamente desiguales. En uno están quienes aprueban y defienden la decisión de Moscú, sin otra razón ni motivo que su convicción de que el Kremlin no puede equivocarse. En el otro, cuantos sostenemos que la infalibilidad no es virtud humana, y que a la Unión Soviética le importa más la seguridad de sus fronteras que la defensa del proletariado universal. No llegamos a un completo acuerdo, como de costumbre; pero las encendidas controversias alivian considerablemente la tensión de la sala y contribuyen a que el tiempo pase más rápido.

Leemos con redoblado interés los periódicos, buscando en las noticias que de la nueva guerra publican argumentos en que apoyar nuestras opiniones.



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